4/23/2014

Decálogo de la Estupidez de la Sociedad Actual

10 cosas estúpidas de la sociedad actual


Martín Corona Alarcón

Las redes sociales se han dado a la tarea de crear decálogos de lo más “interesante”, con la fina intensión de que logres distraerte 10 o 20 minutos, metiendo en tu cabeza información absurda y sinsentido disfrazada de útil e innovadora. Desde las diez mejores marcas de autos para chocar sin fallar en la muerte inmediata, hasta los alimentos que jamás deberías consumir, pasando por los 10 pensamientos más imbéciles de un gobernante, las decisiones más estúpidas en pareja o los diez dichos que tus hijos deberán tener como mandamientos el resto de sus días.
Lo cierto es que en el mar de información absurda, falsa o simplemente desechable, no están enmarcadas aún las 10 cosas que hacen tremendamente estúpida a nuestra cultura actual. Todos hablan de globalización, cultura mainstream pero nadie se detiene a reflexionar en lo más simple, lo cotidiano, eso que marca los pasos de todos, las conductas y maneras de organizar la vida en lo personal, lo grupal y lo general.


El dinero

Sin duda el número uno de la estupidez humana actual. Este hijo de la propiedad privada es el eje de las conductas, roles y conflictos de la humanidad actual. La gente mata y se mata por el dinero, pasa la vida creando la manera de tener más porque cree que así será más feliz.
Sin embargo, cuando se tiene mucho dinero se requieren cuidados, formas y una dependencia total a ese estilo de vida. Y, finalmente, es algo estúpido porque no es real. Es decir, es una convención. Hace mucho tiempo a alguien se le ocurrió hacerle creer a todos que el oro, los papelitos, monedas o valores en el banco pueden traducirse en bienes de la vida diaria y el resto lo creímos, lo creemos y enseñamos a los chicos a creerlo.
Por eso el mundo es de quienes saben este secretito: la humanidad entera va tras un imaginario, tras un sueño absurdo. Basta que seas el dueño del símbolo de ese sueño para tener en tus manos a todo el hormiguero.


Las ciudades

Los humanos somos mamíferos, animales como cualquier otro en realidad. Sin embargo, somos capaces de creer y crear cosas, por ello creemos en absurdos tales como que se vive “mejor” en grandes concentraciones de humanos.
Las ciudades alejan a las personas del campo, de la naturaleza, del agua, de la comida, del aire. Y cuando son muy grandes gastan miles y quizá millones de horas de trabajo humano en traerles hasta sus casas en la ciudad: comodidad, cosas naturales, agua, comida e, incluso, limpieza de su aire.
Los hormigueros son formas funcionales de sociedades de insectos, pero las ciudades son un absurdo tal que decidí ponerlas en segundo lugar de este decálogo de la estupidez.

El trabajo

Nada más absurdo que “trabajar” horas y horas de tu vida en algo que no te deja un beneficio directo, sino dinero (vaya al primer absurdo) que además no te alcanza y, encima, vivir quejándote.
Si todos los que se emplean hicieran cuentas reales de lo que gastan sólo para tener un estilo de vida que les permita ser empleados, seguramente serían conscientes del porqué el trabajo está en tercer lugar.
Nota: el trabajo aquí es tomado como empleo, no nos referimos al trabajo de hacer de comer, fabricar la propia ropa, cuidar ganado u otros impensables trabajos directos. Ni mucho menos a las labores que te hacen sentir bien, tengan o no pago económico.

Las cajas

Nadie repara en que toda la cultura actual basa sus tecnologías y formas de agrupamiento en cajas (vaya a poema Cajas de Ángel Guindá). Y como nadie repara en ello, no sabemos porqué es así, damos por sentado que es la mejor forma o la única, sin embargo, en realidad es sólo otro supuesto social y cultural.

La realidad no real

Dinero, trabajo, ciudades son parte de la realidad no real que al convertirse en un imaginario social, es decir cuando todos creen que es real,  se convierte en eje de la sociedad. Lo mismo pasa con las artes, la política y muchas áreas del mamífero bípedo llamado humano.
Sin embargo, se ha llegado a un absurdo tal que se invierte tiempo, dinero y mucha energía en pantallas cuadradas que simulan realidad y, al final, no son reales, sino un campo de inacción.
Ahora mismo estás leyendo sobre la realidad real en un espacio de realidad virtual, falsa, irreal.


La educación

Y qué mejor manera de hacer que los humanos seamos algo no natural e inclusive opuesto a nuestra propia naturaleza que adiestrándonos. Es decir, la educación es una forma de meter en la mente y, por ende, en los comportamientos  y estructuras determinadas maneras de pensar y de organizar el mundo. Mucho más cuando se hace desde que son pequeños, así simplemente seguirán imitando esas maneras de comportarse y asumirán que su identidad es lo que se les impuso.
Pretextos habrá muchísimos, lo importante es “educar” a todos con las pautas necesarias para que sigan creyendo ciegamente en el dinero, el poder, la ciudad, etc…



Los roles de género y la lucha

Sin embargo, pese a todo eso, algunos mamíferos de los llamados humanos se rebelaban y trataban de hacer cambios en sus sociedades, llegando al punto de descreer en ciertas cosas de las antes mencionadas. Entonces inventaron la cúspide de la estupidez: los roles de género.
Hacerles creer que su complementaridad era una pugna, una competencia y, animales como son, se lían en eso. Y mientras discuten, compiten y se lastiman entre sí, todo queda igual. De manera que sus esfuerzos cotidianos y la energía que pudieran elevar al infinito queda desgastada en un absurdo polarizar su ser complentario mediante la idea de géneros, diferencias e incluso supremacía.


La competencia

A rio revuelto, ganancia de pescadores reza el dicho. Y nada más cierto, mientras los humanos vivimos peleando entre nosotros no entendemos que el sentido de toda lucha es absurdo, porque siempre hay un ganador por sobre los bandos. Por ejemplo: en toda guerra el verdadero ganador es quien vende las armas, en los deportes los ganadores son los empresarios, en la lucha del bien y el mal los administradores del dogma y un largo etcétera.
De manera de la competencia entre los humanos sólo beneficia a quien ha creado la pugna, mientras miles de personas se confrontan y le dan a ganara uno o, acaso un puñado de organizadores.


La libertad

Nada más estúpido que esta idea. Porque la libertad es sólo una idea, no es un estado de ánimo, ni una emoción, es sólo la idea. Desde el momento en que la idea de libertad es en lo social el opuesto a la de esclavitud, tendríamos que decir que para un humano Occidental del siglo XVI y XVII ser libre es: no ser negro, no trabajar de sol a sol, no ser vendido ni traspasado, no trabajar a cambio del alimento, no tener un patrón o dueño, etc.
En cambio se es libre en el siglo XXI cuando por propia voluntad: has terminado la universidad, maestría o doctorado, trabajas para un patrón que decide tus horarios y pagos, vives en un sitio que pagas con tu trabajo, si no trabajas no comes, entre más sirvas en tu trabajo mejores beneficios tendrás, si eres muy bueno en lo que haces otra empresa o patrón vendrá a comprarte (perdón, quise decir contratarte) para que trabajes para él.
De este modo queda demostrado por qué la libertad es el número 9 de nuestra lista.

El amor de pareja


La misión base de toda especie sobre la tierra es muy simple: preservarse. Es decir, la procreación para que la especie como tal prevalezca. Sin embargo, los humanos consagran su estupidez llevando esta misión básica a un extremo ridículo llamado “amor de pareja”.
Necesitados de dos caracteres (ver punto 7) los humanos hemos creado un enorme amasijo de ideas absurdas alrededor de un acto natural: convenios, ritos, mitos y sobre todo la idea de amor de pareja como eje de la energía de cada ser.
En el siglo XVIII, cuando las máquinas hicieron que la gente tuviera demasiado tiempo libre, la humanidad comenzó a ser Romántica y a pasar demasiado tiempo pensando en el Otro. Y así, en la actualidad películas, canciones, libros, televisión, en fin la creación humana en general tiene como uno de sus ejes el amor de pareja, cuando es algo tan simple, tan natural, tan orgánico como la propia necesidad de que la especie siga viviendo.


Sé que hay más muchas más estupideces en el mundo actual.
Sé que este decálogo será siempre incompleto, sin embargo, por algún lado hay que comenzar.
Con este breve texto celebro con beneplácito las creación de tantos decálogos que tan necesarios son al ejercicio de procastinar* cotidianamente en el devenir actual de la humanidad.



* Procastinar: siempre me he preguntado por qué le pusieron un nombre tan eufónico a una no acción tan absurda. En México usamos desde antes del neologismo: pen..jear, hacerse tonto  ma..r gallo. Por ejemplo: estoy aquí nomás ma..ndo gallo en la compu.

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