12/10/2007

pirámide


Si vos esperás un poco se desenredará tu cabello
y
entre ríos
que van de tu cabeza al mar de tu pecho
nutrias y tucanes y aves juguetonas.
Descenderemos al gorfe mudo...

Debí decir aquella tarde, cuando el viento frío corría por las ropas húmedas y tu olor a tierra mojada inundaba mi anhelo:
- Tengo una historia.
(quizá no hubieras dicho, quizá sí)
- ¿cuál?
- la primera vez que te vi, sorprendido, confundido y temeroso tomé mi cámara y busqué un ángulo, una forma de tomarte, de asirte sin ser visto, una manera de llevar conmigo la forma de tu rostro y la serpenteante espuma de tu pelo cayendo como río hacia tu cuerpo.
y sí, seguro que vos no lo sabés, pero "cualquier río, no importa cuál sea su longitud, todos los ríos, todos y cada uno de los ríos, antes de llegar al mar hacen un recorrido exactamente tres veces más largo que el que harían si fueran en línea recta (...) es su propia naturaleza de ríos la que los obliga a ese vagabundeo contínuo, e incluso exacto..." (CITY, Baricco).
Quizá hubieras sonreído, quizá no. Quizá no hubieses tocado mi costilla con tu codo cuando trataba de confortar con mi brazo el temblor de tu cuerpo. Quizá simplemente, hubieras esperado una misiva como esta, con la evidencia de aquella tarde de verano, cuando ambos, de diversas formas hicimos lo mismo a risotadas, a juegos de neurovolutonas revoloteando entre lo que ahora es nada.
Ahora dando vueltas me divierto con mi risa boba a la espera de la siguiente curva, con la certidumbre de que todos los ríos llegan un día a la mar.

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