8/10/2006

Monstruos caseros

Cuando los monstruos salen de sus reservaciones y llenan las calles sucias de la Ciudad del Sol, parece que un espíritu nuevo renacerá... Los transeuntes se detienen sonrientes, dejan a un lado el sudor de los 35 grados a la sombra para mirar al Fariseo que danza, encapuchado. Sin embargo, sólo es el extrañamiento ante el fenómeno de cada año, ningún interés ni acercamiento real.
Los habitantes de la Ciudad del Sol no sonríen, con sus rostros casi pétreos enpolvados de desierto, dejan una moneda y siguen su camino. Los Yaquis, esa representación del Otro, del Monstruo, no son los habitantes de la Ciudad del Sol, aunque su otrora río les perteneciera.
Los Yaquis son un monstruo, extranjeros de su propia tierra, durante la semana santa salen disfrazados a danzar; según su tradición no trabajan, se entregan a la alagarabía.Esa Ciudad del Sol y su centro inexistente son testigos, mas no participantes, de un rito milenario, sin raíz que recordar, pero pegado a la piel y el sentir de un pueblo desplazado de su tierra en su propia tierra.
Así somos los monstruos, seres que coexisten con el resto, que interactúan, pero no terminar por formar parte. Extranjeros hasta de nosotros mismos. Sonrientes vagabundos de un mundo que jamás nos pertenecerá, creadores de mundos particulares que, con suerte, un día seran mundos para más de dos (cabría decir "familia"?).

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