2/22/2005

RE ENCUENTROS

Conservo aún ese gesto, la sonrisa chueca y preguntona que me interrogaba si estaba en condiciones.
Está aquí en la caja del pecho, atesorada como la piedra del surtidor.
Luego, tu pelo crespo moviéndose alrededor, luego tus manos chocando contra las mías, luego el permitirse el abrazo, luego los chistes malos, luego el no ceder más que la confianza, luego la honestidad del silencio.
Decidí no insistir, quiero esperar. Quiero tiempo para recoger agunos pedazos y barrer otros.


Nunca nadie volverá a levantar las cosas que he destruido.



En "La buena tierra", Pearl S. Buck regala una frase linda:
se quedó, pues, acostado y despierto, saboreando, paladeando mental y materialmente el lujo de aquella indolencia.

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